Layla Martínez extraída de El Salto
Son apenas las cuatro de la tarde cuando cierro la última página de Carcoma, la primera novela publicada por Layla Martínez. Contengo aún un suspiro ahogado en algún rincón de la boca, también una extraña sensación en el estómago, noto el pulso del nervio sobre el pie que no deja de golpear la loseta del suelo: "¡Jodeer!"— también la rabia ha brotado en mí. Y enseguida la sonrisa.
En esta casa no se hereda dinero ni anillos de oro ni sábanas bordadas con iniciales, aquí lo que nos dejan los muertos son las camas y el resentimiento. La mala sangre y un sitio para echarte a la noche, eso es lo único que puedes heredar en esta casa.
Carcoma es la historia de una casa habitadas por sombras de la guerra civil, de los desastres naturales, de la violencia machista, del odio intrafamiliar. En sus paredes ha crecido la inquina debido a la desigualdad social y el rencor que habita cada pequeño recoveco se ha extendido como una mancha de humedad incontrolada.
Cuando una está sola y es pobre no puede permitirse aprender la misma lección dos veces, eso también lo sabemos en esta casa.La venganza es el único aliciente que mantiene viva al linaje de mujeres que habita en esa casa maldita. La novela nos habla directamente a nosotros los lectores, asistimos a un diálogo con la abuela y con su nieta y lejos de sentir vergüenza por sus malos sentimientos consiguen hacernos cómplices de él. Es tan acusado que confieso alegrarme por algún asesinato cometido en la obra.
Era un odio antiguo que llevaban dentro, tan hondo que ni siquiera necesitaban esforzarse en mostrarlo. No nos odiaban con rabia, sino con desdén.
¿Qué mas puedo decirte? no quiero hablarte del ritmo trepidante, de la poesía que esconden sus palabras, de la crítica social, nada de eso es importante porque esta novela sólo se entiende si la lees, si te engulle y te encierra entre sus cuatro paredes, si te hace ver las sombras de los muertos y sobre todo, de los vivos. El estilo de esta novelista es su mayor baza. Así que no comentes, simplemente léela porque te quejarás de su brevedad.
Pero a mi madre le daba igual porque el asco es algo que los pobres no nos podemos permitir, como la compasión.
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