Confieso algo: la ciencia ficción nunca fue un territorio en el que me moviera con soltura. Siempre me pareció un género ajeno, demasiado técnico, demasiado lejano. Fue mi novio quien me convenció de acercarme a Ursula K. Le Guin. Y qué descubrimiento: con Los desposeídos no solo me asomé a otro planeta, sino también a una forma distinta de pensar la vida, la política y la libertad desde una perspectiva profundamente humana y feminista.
Shevek, su protagonista, es un físico que intenta tender un puente entre esos dos mundos, pero a través de él Le Guin nos lanza una pregunta incómoda: ¿qué significa realmente ser libre?
El sufrimiento es la condición propia de la vida. Y cuando sobreviene, uno lo reconoce. Lo reconoce como la verdad.
Qué tres escenas que me marcaron más:
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El viaje de Shevek desde Anarres, con la sospecha de traición a cuestas. Sentí esa soledad como una bofetada: a veces buscar otro camino implica quedarse sin lugar en el propio.
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El deslumbramiento en Urras, donde todo parece hermoso y tentador, pero pronto se revela el reverso: un lujo que huele a injusticia.
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La formulación de su teoría del tiempo, que más allá de la ciencia es metáfora pura: solo el intercambio y la comunicación rompen los muros que nos separan.
Lo que más me ha sorprendido es cómo Le Guin convierte la ciencia ficción en un laboratorio de ideas políticas y sociales, sin perder nunca el pulso humano. Los desposeídos no es una utopía, ni una distopía: es el retrato de las contradicciones de cualquier comunidad.
La vía más eficaz para destruir las ideas no es reprimirlas, sino ignorarlas. ¡Y eso es precisamente lo que nuestra sociedad hace!
Y es que gracias a este libro he comprendido algo esencial: la ciencia ficción nos coloca en una postura de extrañamiento. Nos saca de lo conocido y, desde esa distancia, nos obliga a inspeccionar lo que dábamos por hecho. Lo que parecía común —la propiedad, la libertad, las jerarquías— se revela de pronto como algo que puede y debe replantearse.
Por eso hoy puedo decir que este libro se ha convertido en una de mis novelas de cabecera. Una obra que recomiendo incluso a quienes creen que la ciencia ficción no es “lo suyo”. Porque Le Guin no escribe sobre otros mundos: escribe sobre el nuestro, pero desde el ángulo preciso que nos permite verlo como si fuera la primera vez.
-Si puedes ver una cosas completa-dijo-, siempre te parece hermosa. Los planetas, las vidas... Pero de cerca, un mundo es tierra y piedras. Y día a día, la vida es un trabajo duro, te cansas, te pierdes. Necesitas distancia, intervalo. Para ver qué hermosa es la tierra, hay que verla como la luna. Para ver qué hermosa es la vida, hay que contemplarla desde la altura de la muerte.
Puedo decir con total seguridad que Los desposeídos me ha abierto a un universo que no pienso soltar. Ahora entiendo por qué mi novio siempre insiste en que la buena ciencia ficción no habla de naves, sino de la condición humana. Y en ese viaje, Ursula K. Le Guin es una guía luminosa.
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