Cuando abrí Pequeñas desgracias sin importancia no imaginaba la hondura con la que iba a hablar de temas tan delicados como la enfermedad mental y el suicidio. Estoy acostumbrada a que estos asuntos aparezcan en la literatura envueltos en dramatismo o tabú, pero aquí la autora los aborda con una serenidad y una naturalidad que desarma.
Fotografía extraída de The Atlantic y realizada por Andrew Francis Wallace
DATOS DEL LIBRO:
Autora: Miriam Toews
Traductora: Julia Osuna Aguilar
Editorial: Sexto Piso
Año de publicación: 2022
Páginas: 303
Autora: Miriam Toews
Traductora: Julia Osuna Aguilar
Editorial: Sexto Piso
Año de publicación: 2022
Páginas: 303
Este libro me llegó gracias a mi suscripción a Bookish (una de esas sorpresas mensuales que ya forman parte de mi rutina lectora). Y lo cierto es que la experiencia se amplió porque tuvimos un encuentro online con la autora. Fue entonces cuando comprendí de dónde venía la fuerza de la novela: había ficcionalizado algo muy real y doloroso, el suicidio de su hermana.
Pequeñas desgracias sin importancia cuenta la historia de dos hermanas marcadas por la enfermedad mental. Elf, una pianista de gran talento, vive atrapada por una depresión que parece no tener salida, mientras Yoli, la narradora, intenta acompañarla y sostener a su familia en medio de ese dolor.
Lo que más me ha impresionado es cómo la novela muestra que una enfermedad mental nunca afecta solo a quien la padece, sino que se expande como ondas en un estanque: sacude a toda la familia, altera las rutinas, deja grietas invisibles. La narración no edulcora, pero tampoco cae en el morbo: habla desde la vida cotidiana, con detalles mínimos que nos recuerdan que detrás de cada diagnóstico hay una persona, con su humor, sus miedos y sus vínculos.
Ya habíamos pasado por todo eso antes. Nos queríamos. Luchábamos los unos por los otros. Cuando los mundos se desmoronaban, nosotros nos quedábamos enterrados juntos entre los escombros y cuando nos sacaban de los escombros y nos rescataban, los celebrábamos todos juntos.
Por primera vez me he encontrado en una narración frente al concepto de suicidio asistido. Una idea que hasta ahora me era completamente ajena y que el libro me obligó a mirar de frente. No desde el debate abstracto, sino desde la experiencia concreta de alguien que lo ha vivido de cerca. Sentí que la lectura me abrió un territorio incómodo, pero necesario, porque pone palabras a algo de lo que rara vez se habla.
Quizás lo más valioso de Pequeñas desgracias sin importancia es que logra transformar un tema áspero en una conversación posible. Nos recuerda que el silencio, muchas veces, duele más que la enfermedad en sí.
Podemos luchar todos a muerte, pero a la vez podemos reconocer la derrota y dejar de luchar y llamar a las cosas por su nombre.
Porque al final, Pequeñas desgracias sin importancia no es un libro sobre la muerte, sino sobre lo que significa cuidar, acompañar y poner palabras al dolor. Y en ese gesto de escribir —y de leer— también hay una forma de resistencia: la de no dejar que el silencio nos robe lo vivido.
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